Estos aciagos días te hacen pensar. La energía eléctrica está en una especie de crisis impensable hace 50 años, no nos pasa a nosotros solamente, le pasa al planeta.
La pregunta empieza: cada vez se hacen edificios más complejos, completos, llenos de aparatos eléctricos y da la impresión que todo está mejor en el futuro, pero la realidad dicta otra cosa.
En la realidad, la energía, se obtiene de las represas de agua, y el agua, está volviéndose revoltosa y ya los diques creados para dominarla no pueden hacerlo.
La razón es simple: el calentamiento global.
A su vez, calienta el agua, el agua, con el calor se expande, los mares del mundo comen metros de costa, elevando su nivel, a veces de forma tan imperceptible que la gente tiende a negarlo.
Pero baste ver las costas Argentina, en Mar Del Plata mismo, la poca playa que va quedando vuelve problemática a infraestructura armada para pasar el día en el playa, aunque parece un problema doméstico con enormes efectos.
Toda esa masa, es alimentada además, por los casquetes polares que van derritiéndose, con lo que más vapor de agua va a parar a la atmósfera que su vez provoca más calentamiento global, que a su vez cambia el clima, que a su vez provoca enormes vientos, tormentas y los grandes tifones a mar abiertos, algunos llegan a tierra, provocando el desborde de diques, inundaciones: problemas energéticos.
La cuestión es que nuestro confort va de la mano de la electricidad en todos los sentidos.
En la situación actual de energía, que no es por falta de ella, pero sí por falta de manutención, nos muestra el mismo efecto que si faltara: hubo que coordinar tareas de cuadrillas de reparación eléctrica, con servicio de emergencia médica, hay gente atrapada en el sistema vertical de construcción, problemas en la distribución del agua, más allá de las secuelas económicas por pérdidas comerciales o domésticas, industriales, incluso.
Encontramos sentido a la vida si tenemos más y mejor, si podemos acceder a lo más extravagante y a la mejor tecnología, sin analizar las posibilidades para todos.
En muchas ocasiones, las personas más conscientes del problema, las que se encargan de trasmitírnoslo, son las personas que justamente ya disfrutan o disfrutaron de las cosas a las que queremos llegar, el mejor auto, el mejor tv, la mejor casa con todas las comodidades, es por ello, quizás, que el mensaje no llega, el trasmisor no tiene autoridad moral para indicar que los demás deben abstenerse de exagerar en el consumo, para que otros como él, políticos, ricos, deportistas, farándula, disfruten de un auto último modelo o de aire acondicionado en cada habitación, mientras la población común debe racionar el uso de sus electrodomésticos en solidaridad con la población que carece de energía en cada lluvia extrema o calor extremo con que nos regala la ciudad.
La situación da para reflexionar, en dónde hay que colocar la mesura. La ciudad vive una situación extraña de levantamiento de edificios donde antes había bares o casa o nada, y en vez de crearse plazas o pulmón de ciudad, se venden con una publicidad de cantidad de servicios que es obvio, significará grandes consumos también.
Quién proveerá toda esa energía, quién la pagará, quién tendrá que sacrificar horas sin energía para que esos edificios ofrezcan esas condiciones a precios que los que sacrifican su comodidad jamás podrían pagar.
No habrá energía en el futuro que alcance para tantas aspiraciones y se ve que no será la humanidad la que detenga semejante despropósito, es el planeta mismo el que dirá la última palabra, y vamos derecho a ello.
El año 2010, fue el de mayores desastres en el mundo, inundaciones, tormentas, ocurrió en casi todo el planeta. A 3 años, no nos ha enseñado nada, seguimos en el mismo camino como si algo mágico en el futuro fuera a arreglar algo.
No tenemos remedio, vamos derecho al futuro con la misma inconsciencia con que llegamos a este momento: bajo la batuta de empresas que no cumplen con los servicios y sin ningún temor a represalias, año a año, sigue la misma situación. Desde el estado con el peor de los mensajes: la extorción y amenaza, en vez de exigir y controlar, pero no desde un escritorio, sino con gente que compruebe que las reglas que imponen se van cumpliendo, no con palabras, sino con hechos, con inspecciones reales, con controles reales, exigiendo medidas alternativas para casos como los actuales.
Y sobre todo: que los nuevos edificios, cuenten con el soporte necesario para que no afecte a los que menos pueden defenderse, y controlar eso también, que haya medidas reales de control, no de palabras o papeles firmados de compromisos.
Todo se puede, si detrás hay un verdadero espíritu de conservación, tanto de la ciudad, como de su gente, en vez de tratarnos como ganado que fastidia en los teléfonos cada vez que hay una emergencia.