Relato, cuento, Ana Abreg, escritora argentina, literatura latinoamericana
Parco, arrastrado, dictador, el lunes es el día que no se quiere vivir.
Lacónico, ancho, trastornado, invade con sus epítetos.
Rascado, limado, pulido, dos tiempos más acá, dos tiempos más allá, indeciso, mancebo, aburrido.
Estrujado, constreñido, arrugado, feo, el lunes es un día para deshuesarse, desaparecer, dormirse, levitar, huir.
No sé con qué retorcida inspiración mesopotámica, asociaron a la bella Selene, la luna, con el lunes, son oxímoron.
La luna, Vesta, Selkis, Amón, objeto celestial con vocación para exalta la imaginación, mientras que el lunes se ha hecho para declinar, renunciar, desertar.
Si la relación entre un concepto y la acústica de una palabra es arbitraria, si la sucesión de sonidos que forma su significante no tiene relación intrínseca con el concepto que evoca, por qué gastar una palabra que le pertenece al cosmos para pronunciar el lunes, autócrata, dominador, trasegador.
La única cosa que puede hacerse un lunes, es entregarse, concederse, cederse y si es posible ahogarse, agarrotarse a puro jolgorio de adjetivos, aunque más no sea para resistir.