Relatos, literatura, literatura latinoamericana, Ana Abreg, escritora argentina, metaliteratura, revista de literatura.
De los números me gusta todo; desde la cantidad, que es, a su vez mínima, 10 símbolos infinitos, por sus combinaciones, retracciones, hacia la derecha o la izquierda, los números son orden y caos.
Todo lo que no sea numérico, es mentira.
Aquello a lo que no se le pueda aplicar una función, un quebrado, un porcentaje; aquello que no forme parte de una ecuación, un sustraendo un minuendo, es mentira.
Con la letra, se puede armar palabras, pero nunca la escandalosa transposición y significados en que incurre la amplia vastedad de los números. Con un guarismo delante, atrás, subindicado, supraindicado, exponencial, en potencia.
Mientras las letras, en tanto palabras, son siempre reales, los números son reales o irreales, complejos incluso.
Los números pueden ordenarse, alineándose o no, y de todas maneras ser caprichosos, saben acumularse en un punto en la indisciplina de sus decimales; son pares o impares; enteros o naturales, individuales como el cero o los primos, irresponsables e irregulares, díscolos.
Se pueden usar para contar, paginar, intervienen en la rima, en la organización de la poesía, son la sustancia de que está hecha cualquier versión del tiempo, de fotones de luz, de energía, tan misterioso como Pi, que en su ser transcendentes, contiene todo el universo conocido y no tanto en su secuencia infinita.
Toda la creación, el pensamiento, el tiempo son la convención natural de la suma y la resta de números, desde los simples binarios, el lenguaje de las estrellas con su encendido y apagado hasta el sistema de operaciones, se multiplican, dividen, derivan; los números son los dioses, soportan todas las jerarquías, si el cociente no les conforma queda el resto; a los número les sienta todos los idiomas, desde el mandarín al esperanto.
Al que no le guste la matemáticas, le toca ir por la vida desplumado, sin raíz cuadrada, decimonónico y perdido como si fuera el personaje de una novela literaria, un mundo plano, suspendido en su existencia hasta franquear el número de la próxima página.