No hay duda que hay un nuevo planeta después de algunos hitos históricos, no quiero irme muy lejos en el tiempo, hablando de las guerras, pero hay nuevas formas de guerra, llevadas a cabo con cada vez menos recursos humanos, pero más dañinas en sus efectos.
El 11 de septiembre, se le asigna a un líder, llevado a cabo con un grupo de gente que aparentemente es bastante más reducido que cualquier grupo humano que se haya usado en otras guerras, incluyendo la de Malvinas, en Argentina, que dicen que incluyó muy pocos recursos por parte de Inglaterra, sin casos fatales de su lado.
Cuando Julián Assange creó wikileaks, comenzó otra forma de guerra, la virtual, que ahora prácticamente con recursos virtuales, ha generado bajas, no ya fatales, sino diplomáticas, económicas, y sobre todo, ha sumado a la ecuación la fuerte opinión pública.
De todas las armas que cualquier país necesita combatir para defenderse, la opinión pública es la que prevalece.
Es más o menos lo que pasa con el destino de Assange, mientras está refugiado en la embajada de Ecuador, aparece en la opinión pública a resistir de un lado o del otro, con opiniones en las que la realidad es que no se puede determinar de qué lado están, si del bien, o del mal.
Por un lado, Londres, imperialistas, colonialistas y en falta por la expropiación de la islas Malvinas, toman partido por deportarlo hacia Suecia, lugar donde a Assange le espera un juicio por actos de pedofilia y otros, que no se sabe si son ciertos.
Por el otro, el hecho de haber apoyado a un dictador como Pinochet, asesino probado de miles de personas, contra la posición que manifiestan con Assange, cuyo crimen aún ni siquiera tiene nombre, o sí, el de revelar secretos en comparación con la acusación de pedofilia, esa es la cuestión.
La opinión pública, tiene claro, debido a la historia de Londres, como país, como política del exterior, que las motivaciones no son de justicia para una persona, sino que por convenios con Estados Unidos, se ve obligada a tomar la determinación de extraditar a Assange.
Estas situaciones revelan que los países tienen políticas discrecionales de actuación con su política exterior, ajena al sentido de la justicia o a políticas internacionales.
Sencillamente cada país considera letra chica cualquier política que afecte el interés económico del propio país, sin importar delitos de lesa humanidad o de cualquier otro orden.
Don dinero manda.
Estas perdido Assange, te ha condenado el capitalismo salvaje, hubiera podido matar a tu madre, que no hubiera pasado nada, pero te atreviste a meter la mano en el bolsillo de países imperialistas.
Para colmo, aprovechan la situación para agrandar el abismo que ya existe entre países antinómicos, con Ecuador a la cabeza.
Esperemos que la comunidad del USASUR, organismo de interrelación entre los países de Latinoamérica se pronuncien en apoyo.
En todo este caso, mientras más opiniones haya, menos importa la justicia, nadie sabrá nunca si las acusaciones verdaderamente preocupantes, que es si realmente cometió los delitos de pedofilia son una realidad.
Un caso que da asco y en el que todos los países y personas mostraron la hilacha.