Entiendo que ninguna forma de manejo económico conforma a todos, en la ley del equilibrio energético, alguien gana, alguien pierde.
Pero una convocatoria espontánea como la del 13 de septiembre, es digna de análisis en varios aspectos, por lo que reveló de la realidad Argentina.
Por una parte, la falta de test de los partidos de oposición para medir el termómetro social o económico.
Revela que hay una estirpe de políticos venidos a menos que no podrán captar al público ya que se la pasan hablando pero son incapaces de entender a la gente que pretenden dirigir en el futuro, a la gente y sus necesidades.
El otros proceso revelado, es que la oposición habla y habla, pero no construye, no construye ni confianza, ni propone proyecto, ni siquiera tiene un diálogo con la gente como para hacer propuesta, esto incluye al gobierno de la Ciudad, Macri sólo aparece en público para defenestrar a la presidenta, ni siquiera al gobierno, especialmente a la presidenta como si fuera algo personal.
Le debe resultar un trago difícil, una mujer y que lo tiene en jaque.
Pero el oficialismo, se lleva las palmas en la sordera infantil: si no se habla de ello, no existe, ningún funcionario se pronunció al respecto, salvo el que dijo que las ollas eran de las señoras que les importa más lo que pasa en Miami que en San Juan, que era donde estaba la presidenta en un acto de inauguración.
Hay como un método de promulgar la inexistencia como vehículo de negación.
Como no se le pudo dar identidad a la marcha, no se pudo acusar a la oposición, no se pudo exculpar a los enemigos viejos y ajenos del gobierno, optaron por la descalificación.
Esa falta de identidad, quedó resumida en “Ellas”, es decir, no hay ellas y ellos, ahora hay ellas, desplazando el género de las cacerolas, al género de esa masa sin identidad, con la pretensión de sugerir que hay un género predominantemente femenino e innúmero, es decir, invisible.
Aspecto curioso del doblez que tiene todo discurso que señala al género, más proveniente de un gobierno que se jacta de abolir las diferencias.
Mientras en el discurso oficial, se habla de sensación de inseguridad, queda claro que no se afrontará el problema.
Con el mismo método, entonces no hay falta de medicamentos por el cierre de la importación es una sensación de falta, no cierran comercios a lo largo y ancho del país, por esa misma sensación, no hay economía estancada, no hay problemas en las inmobiliarias por la crisis que ya se codea con el estado de la burbuja inmobiliaria en Europa, no hay condicionamiento a las libertades individuales, hay sensaciones.
Mientras, los que apoyan a la presidenta, dicen: siga presidenta, que tiene nuestro apoyo, total, agrega, qué nos importa el dólar si nosotros no viajamos.
El hecho es que cuando no importa a alguien lo del otro, el otro responde de la misma manera, no le importa lo del uno.
Y siguen los discursos infantiles como si fuera un juego.
La realidad, es que la presidenta tiene que conciliar todos los sectores, y borrando de los discursos, negando los otros, no se arreglan los problemas, se volverán una bola de nieve, que en algún momento de volverá en contra.
Nadie recuerda lo que pasó cuando Menem dejó el gobierno, lo que pasó en el 2001 fue consecuencia de ello.
Esta gente de ahora, no piensa en que hay un día después. Yo tiemblo, y me agarro al colchón.