EL NOVIO DE MAMA.-
Cuando entra el novio de mamá a la casa deben ser cerca de las tres de la mañana. Me doy cuenta que es él porque lo hace dando un portazo que me despierta y sobresalta. Por los tumbos que va dando me anoticio de su borrachera. Cada tanto suceden estas cosas, mamá lo expulsa de la casa por sus excesos de alcohol y como si nada, él, un día vuelve sin dar explicaciones. Ese día es hoy. Ahora, a las tres de la mañana de un martes, vísperas de un importante examen que debo rendir en pocas horas. Ojalá me pueda volver a dormir rápido. Estas reconciliaciones suelen ser muy largas y ruidosas. Me voy hasta el baño y cuando vuelvo a meterme en la cama el novio de mamá todavía no ha terminado de subir la escalera. Debe haber llegado borracho como nunca. Como siempre. Prendo la FM, mi antídoto para aislarme de los gemidos y los reproches que de inmediato seguramente se iniciarán. Me concentro en la música. De todas maneras me doy cuenta que por los sonidos que vienen del pasillo, antes de meterse en el cuarto de mamá, este personaje enfila para el mismo baño del cual yo acabo de salir. Aunque haya cerrado la puerta, el ruido del pedo que se tiró, me estremece y me hace tapar la cabeza. Giro y quedo mirando la pared. Repito como un loro: me tengo que dormir, me tengo que dormir. Por más que lo intente no logro filtrar el ruido que proviene del pasillo. Me parece raro que en lugar de meterse en la pieza contigua haya cerrado la puerta. Me doy cuenta de que la ha trabado con llave porque ahora es mamá quien grita desde adentro. Sus pasos son lentos. Avanza como una babosa. Cierro los puños. Con una voz más clara de la que hubiese esperado dice: apagá la radio. Le hago caso. Comienza a desvestirse, cosa que le va a llevar al menos una eternidad. Me aterrorizo sabiendo que ese momento va a llegar. Inevitable.