Esta fina e intensa obra se presenta en el Teatro del Pueblo.
Tres personajes desovillan la historia de cada uno, armando un perfecto encastre entre las necesidades de uno y el pasado y presente de los otros.
Si hay algún sentido en la predestinación, esta obra nos cuenta el exacto punto de coincidencia en el que se abordan los conflictos personales y cumple el propósito fundamental de toda obra puesta en escena, conmover.
Ocurre en una habitación, cuya escenografía no sólo cuenta su propia historia, sino que coloca en una perspectiva corporal la atención del espectador; el protagonista está casi ciego, pero está rodeado de libros, dibujos, escritos, regados por el piso, lo que provee la sensación de que los momentos de tensión flotan sobre los obstáculos que deberían impedir el desplazamiento a pesar de la atmósfera abigarrada que plantea un incongruencia entre la ceguera y el ambiente.
El clima macilento en contraste con el desarrollo de diálogos, la intensidad de las emociones son el marco perfecto en el que se cuenta esta historia que logra incluir al espectador, no sólo por las cercanía con la escena, que no se realiza sobre una tarima, sino que incluye al público que rodea la escena.
Destacada la encarnación de los actores, Heidi Fauth, Camilo Parodi, Silvina Katz, que ganan el espacio, y una dispersión corporal que toca a los espectadores.
La obra parece transcurrir en el siglo XIX, donde la importancia social está regida por títulos de condes, duques; la moral y rol de las mujeres se colocan en relación de inferioridad, manifiestan en actos secretos, acciones inconfesables bajo la actitud dócil que están obligadas a asumir.
Al espectador no le costará penetrar las motivaciones con que cada personaje enfrenta sus propios monstruos, acompañados de sonido, luces y una escena que con pocos elementos logra llenar el espacio para lo que quiere significar, recursos interesantes para una obra en la que los elementos están dispuestos como obstáculos, resignifican su contexto y aportan a descifrar enigmas.
Tanto la ropa, como los elementos, decorados, son mínimos y necesarios, lo que contribuye a la atención del espectador que será conducida con la notable interpretación de los actores.
Obra cálida, que logra integrar al espectador en una atmósfera de completo silencio, ni un ruido en la sala, el mejor de los honores para los actores, una obra de una hora y media en la que no se escucha el ruido de cuerpos moverse sobre la silla.
No dejen de verla, Teatro del Pueblo, Av. Roque Saenz Peña 943, o diagonal Norte, como la conocemos la mayoría, sábado a las 22:30.