Los métodos escolares se han convertido en la bola de Sísifo, tratando de empujar la bola en una pendiente hacia arriba.

A pesar de las notebooks que el gobierno pasado implementó como indicio de cambio, los contenidos apenas acompañaron la iniciativa, el problema fundamental que estudiar en una computadora puede facilitar la cuestión del acceso al material de estudio, pero siempre queda el componente de tiempo de maduración del aprendizaje, el cual sigue siendo potestad de la biología humana, y de características personales.

Los chicos estás acostumbrados a la respuesta de la computadora y no se dan tiempo a la propia respuesta.

Nunca se sabe qué tipo de habilidades que se desarrollan durante el tiempo de formación se necesitará para las actividades que impondrá la vida de adulto, la escuela de los años 60 o 70 del siglo pasado no podía sospechar lo que significaría la computadora en el adulto, y ello implica una generación que queda fuera de la revolución tecnológica o que acompaña con una actitud de zombies, aprenden lo que les enseñan y no tienen actitud proactiva con los nuevos medios, redes sociales o programación.

La brecha generacional no es sólo lo que nos separa socialmente, si no la transición, las personas que tienen en sus manos el diseño de los métodos escolares no son nativos tecnológicos, no hay nuevos recursos o métodos para absorber la evolución y cambiar para adecuarse.

Cabía esperar la gran deserción escolar ante una demanda que, por otra parte, ha cambiado en su visión sobre la educación, lo más valioso es el tiempo, y si ese tiempo se va a emplear en métodos arcaicos de aprendizaje, además de contenidos cuya valuación es incierta, las oportunidades de desarrollo están fuera de la escuela.

Por otra parte, no sólo es una percepción de los jóvenes, sino una realidad. Un adolescente, sin importar edad o precedencia escolar se inscribe en los múltiples centros de certificaciones Microsoft, accede a una carrera y un título que le servirá en todo el mundo y en cualquier trabajo, sin necesidad de horarios exhaustivos ni materias conflictivas como matemáticas, esta materia, especialmente, está signada por ser una de las mayores deserciones provoca, lo que es irónico, ya que en programación el uso de matemáticas es una condición para buenas soluciones; y por dejar de lado el tema tecnológico es común observar que otras profesiones, que tienen contacto con la matemáticas, como la música provocan el mismo efecto de deserción en el nivel secundario.

La educación en sí mismo mantiene un estado de crisis, un elefante con una inercia que parece en automático y que funciona por obligatoriedad en la primaria, pero que carecer de ese factor en la secundaria pierde eficacia para mantener estimulado al alumno y lo pierde.

Fundamentalmente la educación formal, aunque sigue siendo una opción de posibilidades sociales y de valoración de un sector inmerso y contenido en ella, tiene fuerte competencia en un medio en el que el factor tiempo es el principal factor de conflicto, se consigue un mejor título, sobre todo internacional en los centros de certificación de lenguajes de programación o diseño o publicidad, que en el recorrido formal, y sobre todo no hay etapas, para llegar a una carrera convencional, ingeniería, medicina, hay que atravesar un camino demasiado largo y hay que contar con respaldo económico, mientras tanto para llegar a un título que ni siquiera tiene validez internacional.

La crisis en la educación no es sólo el estímulo de docentes o alumnos, sino los nuevos desafíos que se imponen en la actualidad, agregado a que la formación que se adquiere parece tener un campo de aplicación en el pasado y no en el presente o futuro, lo que se dice un elegante blanco.