Me hubiera encantado tomar el primer avión que saliera en el momento de tocar el aeropuerto, emprender la aventura que me proponga esa casualidad; luego venís vos, y me hablás de las visas, del costo, del alojamiento, y todo queda entre palabras, en una aventura dentro de mi misma en la que el viaje no tiene más costo que quedarse rebotando dentro de cabeza.