El 10 es mi cumpleaños y, adicto a las efemérides, recordé que es el día de la tradición, fecha del nacimiento de José Hernández. Somos escorpianos como, Dostoievsky, Stevenson y Camus. Además soy chancho en el horóscopo chino, igual que Borges, Hemingway y Nabokov.
Ya tenía tema para esta nota. Pensaba en ella, escuchando por Internet WWOZ New Orleans 90.7 FM; radio mítica porque uno de los personajes más entrañables de la serie Treme -ambientada en Nueva Orleans desde el Katrina hasta la asunción de Obama- es Davis McAlary, entre otras cosas, en la ficción, locutor de WWOZ.
Para no perder la costumbre -New Orleans es capital de la incorrección política, la más notoria, beber por la calle, a cualquier hora del día- uno de los locutores de WWOZ, dijo estar con una copa de Bloody Mary, cocktail creado en la ciudad, y recordó que el 1 de enero es el National Bloody Mary Day. Trascartón recordé mi cocktail favorito, su National Dry Martini Day es el 19 de junio -tenía el contenido de esta nota-. Los datos más verosímiles ubican su origen y fórmula exacta en 1911, cuando el barman Martini di Arma di Taggia, Mister Martini, lo creó en el Knickerbocker Club de New York.
Mientras esbozaba esta nota, averigüé efemérides argentinas y di con una página Web. Tenemos más de 170 días del año destinados a las inquietudes, gustos, inclinaciones y oficios más variopintos id est: de la DGI (10 de enero), del niño por nacer (25 de marzo), del remero (11 de abril), del decorador (12 de abril), de la suegra (26 de octubre), del pedicuro (3 de noviembre).
Vuelvo a mi cocktail favorito -seguido de cerca por el Bloody Mary- también estrella de escritores y cineastas. No puedo rescatar el nombre de la persona que me lo hizo conocer e ingresar en la artística cofradía del Dry Martini, sí lugar y fecha. Fue a mediados de enero 1979 en el bar en The Last Hurrah, del literario hotel Parker House -tradición de siglo XIX; mantiene una gran biblioteca a disposición de los huéspedes- en Boston. Ese año vi el Guernica de Picasso por primera vez, cuando todavía estaba en el Moma de New York y empecé a trabajar, como representante en Sudamérica, para una editorial bostoniana que no le iba a la zaga en linaje al hotel donde me alojaba, Houghton Mifflin Company. Recuerdo que, por las noches, en mi cuarto veía por televisión los incidentes callejeros en Teherán, previos a la caída del Sha de Irán, antes de la llegada del Ayatollah Khomeini.
Años después descubrí el libro que iluminó a Herman Melville para escribir Moby Dick -además del libro supe de las charlas y correspondencia que Melville tuvo con su autor, Richard Henry Dana-, Dos años al pié del mástil. En su prólogo me enteré de que Richard Henry Dana, fue miembro del conspicuo grupo literario Saturday Club. El nombre surgió por la ceremonia de sus integrantes de reunirse, el último sábado de cada mes, en el bar The Last Hurrah del Parker House. Demasiadas coincidencias y afinidades literarias con mi iniciación con el Dry Martini.
Escribo estas líneas e imagino a Richard Henry Dana contándole a, entre otros, Thoreau y Emerson sus vivencias como marinero, en las que se basó para escribir Dos años al pie del mástil, y, a su vez, escuchando experiencias y comentarios de sus contertulios.
Buñuel dijo que el mejor Dry Martini se tomaba en el bar del Plaza en New York y discrepo -¡ay de mí!-, el mejor lo he bebido en Albuquerque, donde participé en un encuentro de bibliotecarios y libreros. La ciudad es más conocida por la serie Breaking Bad que por tradiciones culturales -proliferan armerías no librerías-. La historia literaria y leyendas del coctkail ameritan una antología; entre otras: Churchill, en vez de dos gotas de vermut francés -me parece excesivo- se limitaba a pedir el vaso con gin y un par de aceitunas y mirar hacia el canal de la Mancha en dirección a Francia. Otra de sus variantes fue la del mariscal Montgomery: quince partes de gin y una de vermut -demasiado- y una cebollita en vinagre en vez de la aceituna -una herejía-; lo de 15 a 1 es -cuentan quienes saben- porque era la proporción de soldados a su mando que Monty acumulaba antes de atacar a los alemanes, 15 de los suyos por cada uno de los otros. Además el Dry Martini era uno de los tragos preferidos del fotógrafo Robert Capa y su íntimo amigo Ernest Hemingway, quien le dedicó un pasaje de Adiós a las armas en boca del protagonista Frederick Henry: “Fue como deslizarme en esquís por una pendiente nevada. Nunca había disfrutado de algo tan fresco, me hizo sentir civilizado”.
El trago acumula una serie de citas de artistas y escritores y merece otra antología. La primera de la serie que tengo registrada es de la escritora y humorista Dorothy Parker, miembro del desaparecido grupo literario Algonquin Round Table, que se reunía en el hotel homónimo de New York, también llamado “el círculo vicioso” en razón del cocktail litúrgico que los convocaba, ella dijo: “Me gusta tomar, como máximo, dos Martinis. Después de tres estoy debajo de la mesa, después de cuatro, debajo de mi anfitrión”. No podía faltar William Faulkner por aquello de “Cuando tomo un Martini, me siento más grande, más sabio, más alto. Cuando tomo dos, me siento superlativo. Cuando tomo más, soy imparable”. Otra de dominio público, atribuida al autor de American Psycho: “si no fuera por las aceitunas de mis Martinis, habría muerto de hambre”.
De su paso por el cine rescato la película de uno de mis directores favoritos, Billy Wilder: Sabrina, donde Humphrey Bogart y Audrey Hepburn, sin palabras, con sus miradas, copa en mano, confiesan que están enamorados. Pasando por La malvada de Joseph Mankiewicz con Bette Davis y Marilyn Monroe conversando en una fiesta, la última, Dry Martini en la mano, revolviéndolo con la aceituna ensartada en un escarbadientes. Sin olvidar su consagración en el universo del celuloide, la saga del Double O Seven.
Vuelvo a las efemérides, en las nuestras faltan instituciones o actividades caras al ser nacional, que no figuran, pese a tener méritos más que suficientes: “día nacional del mate”, “día nacional del dulce de leche” “día nacional del escrache”, “día nacional del barra brava”, “día nacional del corte de calles y rutas”; espero que no aparezca un “día nacional del Fernet con Coca Cola”.
Sería bueno pensar en futuros registros: “día nacional de lectores de Borges”, o de Marechal, o de Cortázar…
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