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Turista 11/7/2013 6:24:17 PM
Turista
Barcelona artefacto cultural
Relato de viajes, Ana Abreg, escritora argentina, literatura latinoamericana, metaliteratura
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Tags Barcelona Ana Abreg Diario de viaje Vila-Matas Cadaqus Hector Libertella relato de viaje literatura
 
Algunas veces llegas a una ciudad con un plan, una crnica literaria, pero la ciudad te hace sus propias muecas, se hace autnoma y te sugiere el relato, desandando cualquier forma que hayas propuesto
 

Entre otras acepciones, artefacto, según la real academia española significa: Obra mecánica según arte.  No es posible reducir a la ciudad de Barcelona a una definición, pero intentaré un acercamiento, el todo impreciso es monumental.

Barcelona es una ciudad que convive con edificios y obras acompañadas por restos, testimonios, con la peculiaridad de que lo ecléctico excluye el aislamiento.

La ciudad parece moldeada alrededor de su arte.

Mientras en muchas ciudades de Europa, tan magníficas como Florencia, en Italia, se abre al arte dejando un espacio compuesto con afinidad, que polariza el destino de la ciudad, en Barcelona lo diferente se integra, es absorbido, como si el arte se estuviera imbricando en la ciudad, sin intermitencias.

Esta ciudad es amada por sus habitantes, la cuidan y la exponen con soltura y naturalidad,  todo este desenfado tiene su epítome en el arquitecto Antoni Gaudí; aunque es como la punta del hilo con que se comienza a desmadejar Barcelona, que tiene muchas capas, como una cebolla que hay que pelar lentamente, sin que se puedan evitar la vibración de las lágrimas.

La ciudad emociona, estimula, corroe, y se te queda para siempre en el cuerpo.

En mis planes, el ingreso a la ciudad, tendría un recorrido al que denominé Dalí, comenzaría en Sitges, ciudad costera.

La travesía Dalí: Cadaqués, Port Lligat, Cap de Crews, Figueres, Barcelona; recorrido que había comenzado en Madrid, desde La Residencia, donde Dalí estudió y conoció a Lorca, a Buñuel,  en la llamada edad de Plata española,  sin dejar de lado grandes intelectuales que formaban el caldo de cultivo en ebullición artística, Rafael Alberti, Jorge Guillén, Manuel de Falla, Miguel de Unamuno, José Ortega y Gasset.

Abandonaría el circuito Dalí y retomaría el circuito Vila-Matas, Barcelona, cuyo libro Bartleby y compañía me había inducido a leer otros tantos autores que influirían en todas mis lecturas de allí en adelante.

En Barcelona conviven recurrentemente los estadios de los artistas que metaforizaron la ciudad, convirtiéndola en paisajes plegados en el espacio urbano con simbologías que imprimieron en ella, la luna, el agua, la sangre, el caballo, la tierra, estilos y temas que se pueden advertir en las obras de Miró, en la Fundación Miró en el  MontJuic; pero en esta ciudad el arte serpentea en sus calles, con un refugio abigarrado en la obra de Antoni Gaudí, que ha ido tomando la ciudad hasta moldearla a su gusto.

En Sitges, muy cerca de Barcelona, se me quedó el corazón. Me dejó la percepción inquietante de quedar flotando sobre abundancia, viví situaciones accesorias inesperadas, un anochecer que ocurrió en la piel, un olor que imprimió en la memoria la impostura de un anclaje con la ciudad, una complicidad; Sitges es pequeña; sus callecitas, invitadoras, pero sobre todo, Sitges es mar.

Marina en Sitges

Típica  callejuela de Sitges

Dió cuenta de Sitges el pintor y escritor Santiago Rusiñol, que sería el primero de los muchos  artistas modernistas, vanguardistas venidos de toda Europa que adhiriendo a la magia de Sitges.

Llegar a Cadaqués,  con la persistencia del encanto de Sitges, es una experiencia mística, este pueblito, incrustado en la montaña es más que el paisaje.

En Madrid, tuve la suerte de coincidir con una muestra itinerante de la obra de Dalí, en el Museo Reina Sofía el 2 de septiembre. Una cantidad importante de obras, superior, me pareció, a la que ya había visto en Buenos Aires; más de doscientas pinturas, grabados, dibujos, esculturas, en un recorrido histórico de su obra.

Esta circunstancial coincidencia, construyó el impacto de Cadaqués.

El arte puso a Cadaqués en mis ojos.

Disfruto de una importante colección de libros de Dalí, de él y sus biógrafos, lo tengo por un interesante escritor; sin embargo, la cercanía con las obras en el Reina Sofía, convirtió en intimista el paisaje de Cadaqués, como si pasear por sus costas hubiera establecido un invisible vínculo entre esta ribera y las obras de Dalí en los muros del Museo.

Esta sensación persistió en Port Lligat, en Cap de Crews, en Figueres, donde la impronta de Dalí se imprime como un eco de su extravagancia. Un legado de Dalí al mundo: talló en su obra Costa Brava. Supo mirar y dejarse asimilar al paisaje, Cadaqués produjo una sujeción en su obra.

Cadaqués.

 

 

En mi caso, hubo una transmutación de esencias, me traje un poco de arena de Cadaqués y Cadaqués se quedó con mi alma.

Con el cuerpo, ya sin alma, llegué a Barcelona, en la que no me costaría nada fluir con el cuerpo en el clima secreto que establece esa ciudad con el visitante atento, no sólo por la belleza del arte, sino porque se deja encontrar.

Barcelona te encuentra, te incluye en el juego de promesas con que llegaste, con registro melancólico, voces, olores, Barcelona te irrumpe con sus  singularidades.

Se puede comenzar con tomar el Funicular a MontJuic, donde se encuentra la Fundación Miró, Museo Nacional de arte de Cataluña, la Fuente Mágica de Montjüic con su propuesta de luces y color y el teleférico que te lleva al Castillo de Montjuic. Desde el castillo una vista panorámica de la ciudad.

En el camino,  se puede visitar el Pabellon Mies Van Der Rohe, casualmente antes del viaje había escrito un artículo sobre la silla Barcelona, en el tema de muebles que hicieron famosos algunos arquitectos, que exhibe el estilo de este arquitecto, incluyendo la silla, tributo a la ciudad que evidentemente quiso homenajear.

 

 

En el museo Nacional de Catalunia se comprende la relación de la mística en el arte, el detalle de las obras, la imaginería y la influencia de lo sacro, la religión como territorio de la identidad, se exhiben obras que impactan por su significado tanto como por su desarrollo.

Museo Nacional de Catalunia.

Desde allí, en otro de los teleféricos, lo sugerido es descender hacia el puerto y quedarse en el barrio de la Barceloneta a metros de la playa y abandonarse al instinto primario: la relación estrecha con nuestro origen argentino, tan relacionado con España, y en especial en este barrio con sus típicos locales con aromas que podemos reconocer en la historia de olores porteños.

Cercana al centro, el museo de Picasso, cuya entrada no parece sencilla de encontrar, en una callecita más apta para una celada que para enfrentar la obra de este artista, es insoslayable.

Lamentablemente no se puede filmar o sacar fotos en la mayoría de los museos. Con algunas excepciones.

Y entonces te ocurre Gaudí.

Detalle de la Sagrada familia.

 

Soy hija de arquitectos, madre y padre, hermana, he convivido toda mi vida con la biografía  y obras de grandes arquitectos, y por supuesto, tengo una visión sobre lo urbano, que me involucra en el diseño, en una pirámide de relaciones y consecuencias con el perfil arquitectónico de las ciudades; nada de eso me preparó para la extravagancia de este arquitecto que soñó y concretó, cuyo concepto de la arquitectura no es insensata verborragia, como se está tentado a pensar, ni tan siquiera caótica enumeración de técnicas, objetos o viviendas; Antoni Gaudí definió con su estilo el perfil de la ciudad y de la sociedad, de tal modo que no se puede especificar si la ciudad se acomodó al artista o es el artista el que de acomodó a la ciudad; esto le da una identidad única a Barcelona.

Cada vez que te enfrentas a una creación de Gaudí, parece que la obra brotara ante tus ojos, no importa cuántas veces creas haberla examinado, la obra nunca termina de decirte lo que tiene para expresar.

Cada detalle es nuevo, cada visión es transformadora e imperecedera.

La Sagrada Familia, la obra más visible de Gaudí, tal vez la más famosa, te hace vacilar en ideas, adhesiones, devociones, no es posible aprehenderla; de una forma subrepticia y secreta, esta maravilla se fluidifica en tu contemplación.

Para el estudio de las fuerzas de trabajo, utilizó bolsitas de arenas tendidas que ofrecían una visual complementaria y meticulosa de las formas resultantes.

En palabras de Hector Libertella, escritor Argentino, en El árbol de Saussure, El signo boca abajo,  “Antonio Gaudí terminó leyendo del revés leyes mismas de la gravedad. En su maqueta invertida todo cuelga, cae, pende de delicados hilos con pesas en los extremos, maniática y matemáticamente distribuidos para calcular las fuerzas de equilibrio y la disposición de las columnas.

Sólo habrá que colocar un espejo arriba, y el trompe lóeil  (engaño del ojo) se encarga del resto: ahora la iglesia aparece erguida o refractada hacia el cielo, como una majestuosa hipótesis. ”

 

 

Piezas en yeso, originales de las manos de Gaudí, con que ilustró para los albañiles y constructores, en escala, el proyecto de la Sagrada Familia.

 

 

Algo inusual: dentro del predio de la Sagrada Familia se encuentra la escuela de los hijos de los artesanos que la construyeron.

 

Extraordinaria muestra del museo de la Sagrada Familia, donde se encuentra en yeso una réplica de cada detalle de la construcción.

 

 

 

Ingreso de la Sagrada Familia.

 

 

 

Parque Güell, donde está la casa de Gaudí, casa Batlló, La Pedrera, las obras más accesibles, establecen un diálogo febril con los sentidos, genera una revolución espiritual difícil de contener.

 

Parque Güell

 

 

Terraza de La Pedrera.

 

 

En la Pedrera, se puede apreciar especialmente el museo donde se puede experimentar en acción, la forma viva del método Gaudí de construcción, réplicas en yeso realizados con sus propias manos con la técnica que usó para estudiar cada detalle de sus obras, incluidas la Sagrada familia y otras casas de otros tantos propietarios, diseñadas por Gaudí.

 

Fachada de la casa Batlló

 

 

Detalle de interior de casa Batlló

 

 

Y cuando ya creías que lo habías visto todo, aparece el Palau de la música, diseñado por el no menos importante arquitecto barcelonés Lluis Domènech i Montaner, con muros de cristal que representan la integración de las artes escénicas con la música, cuya extraordinaria acústica ha convocado a los mejores intérpretes y directores del mundo,  Richard Strauss,  Daniel Barenboim, Ígor Stravinski, Arthur Rubinstein, Pau Casals,  la lista continúa, autores y expertos de notoria exigencia musical.

 

Detalle de la entrada del Palau de la música.

 

 

 

A Barcelona me la traje por fuera y por dentro, sus comidas, deliciosos helados, olores, sonidos, y el énfasis de diversidad de esta ciudad responde a una unidad estética conceptual única, cuyo motor es la belleza y una sociedad que complota para tejer formas singulares que atraviesan todo género artístico.

Mi despedida de Barcelona fue en Els Quatre Gats, mítica taberna con eco de las pulsaciones artistas y movimientos, Bretón, Ruiseñol, Picasso, Dalí, Picabia, Luis Millet; alguna vez sede de la casa del círculo artístico de Sant Lluc, hasta 1936, cuando la guerra civil lo cambió todo

Y todo esto, sin haber mencionado ni una vez el mediterráneo, que de por sí, produce resonancia en nuestros sentidos a través de Joan Manuel Serrat.

Quedé así, fragmentada entre Sitges, Cadaqués y Barcelona, a donde prefiero creer que volveré a recuperar lo que se quedó allí.

Barcelona, artefacto cultural con sístole artística.

 

 

 

Un agradecimiento especial a Núria Ruiz, del Ministerio de Turismo de Barcelona que nos facilitó acceso a los medios, museos, transportes para una estadía privilegiada.

 

Licencia Creative Commons
Este obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

Ana Abregú.

 

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Ana Abregú.

 

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