Mi corazón se llenó de tantas goteras que formó un lago
pero los ángeles acudieron en tropel a resguardarme
entrelazados con las añejas arrugas de las montañas
pulieron los reflejos del cielo capitoneado de nubes
y sus hálitos luminosos me achicaron las penas
mientras ponían en mis manos palabra, triunfo y luz.
© Alfredo Cedeño