Con las lluvias viene Ilona, deca una novela de Alvaro Mutis, a nosoros nos llegan los alguaciles.
Se han visto alguaciles sobre las piletas de la ciudad, pronostican lluvias.
En honor a la verdad, los alguaciles, son unos bichos prepotentes que tienen la mala costumbre de volar sobre la pileta sin importarles si estás adentro, te enfrentan, te miran de frente sin parpadear, apuntan y se lanzan como un misil, si no desvías la cabeza, no se sabe qué pasaría, una no está segura que el bicho no te impactaría; lo ves planear, hacer un giro y volver a la carga.
La razón de su presencia es que ponen sus huevos en el agua, de estos huevos nacen las ninfas, temibles depredadores, se comen pequeños peces y crustáceos si los hubiera.
Se lo confunde con la libélula, que tiene nombre literario y poético, pero nada que ver; el alguacil es tosco, tiene vuelo directo, dirigido, intencional, de alas desplegadas, un matón; la libélula tiene alas verticales, es más pequeña, vuelo irregular, pero no menos cruel.
Estos bichos no son nada glamorosos, exitosos cazadores, por ello tienen seguidores, fanas, moscas y gusanos que los imitan, tan exitosos como ellos y a su vez con otros copycats como ellos mismos.
La lluvia, para estos bichos es como la luna llena para el hombre Lobo, los invoca.
Lo único que los hace tolerables es el hecho de que mantienen la población de mosquitos estables, más allá de eso, la literatura los usa para representar escenarios idílicos, porque tienen buena presencia, de lejos, parecen evanescentes; sobre todo en los cuentos, pero en la cruda realidad, son como los escritores de novela negra, asesinos seriales.