A la luna extraña de la mañana le sobra el contorno rojizo con que el sol le humedece el perfil.
La luna mira mi cara escasos segundos detrás del tajo de una navaja filosa que se retira al poniente para sumirse en otro despertar, otras quimeras.
Olor a café, frenos de coches, el asfalto se dispone para el día; todo eso que espanta la luna que hace instantes estaba agarrotada detrás de la última sombra de ese espacio vacío en el medio de una opacidad subyacente.
Noche profunda y una ciénaga de ensueño que dejó un hombre, corazón en forma de gajo, para colgar mi sonrisa de madrugada.