Internet ha puesto a prueba largos años de experiencia en sistemas tradicionales de marketing, pulir técnicas preparadas para el mundo real ha generado sistemas educacionales muy elaborados, estrategias en desequilibrio con las amplias posibilidades de la red, además de la modificación de los hábitos de consumo que no parecen ir acompañados del esfuerzo de las empresas de publicidad.
En el mundo virtual, uno de los más afamados trucos de venta, la palabra de los famosos que consumen productos o servicios ha perdido su fuerza, su capacidad de interactuar con los hábitos de los consumidores, las empresas ahora tienen que prestar atención a otros aspectos sobre cómo imponer sus productos.
En principio, el verbo imponer, cambia por el de seguir, en vez de colocar una imagen fija en algún espacio geográfico por el que circularán millones de personas, bajo condiciones muy determinadas como capacidad adquisitiva – no es lo mismo publicidad de un champú costoso en barrio norte que en otras localizaciones -, tales condiciones son inexistentes en la red, la dirección es contraria, hay que llevar el producto a donde se encuentra el cliente.
La opinión común, ha pasado a formar parte de la compleja ecuación de la influencia de los consumidores, lo que cubre un margen indiscernible del alcance de un comentario.
Es la era de los influencers, personajes que con técnicas propias, comentarios creativos, mucho de personalidad captan la atención del público y logran dirigir la atención de los consumidores.
Las empresas intentan infructuosamente capturar el método, el fuego sagrado con que estas personas conectan con un público que influyen sobre sus decisiones.
La relación entre la influencia, la confianza, la curiosidad, ha generado un fenómeno difícil de comprender, comparten un sistema que hace creer que cualquiera puede ocupar ese lugar, una persona común, ignota.
Antes las caras o los personajes se hacían conocidos por su actuación en el ambiente artístico, deportivo, de ciencias, en alguna actividad digna de admiración, premios o popularidad, ahora no es necesario ese camino.
El advenimiento de los influencers, personas que intervienen en decisiones de compras por parte de los usuarios por el simple comentario ha desatado una suerte de fiebre de intervención en medios sociales, de una forma engañosa.
La actividad de tratar de imitar el éxito ha sembrado la idea que los medios para llegar son simplemente las redes sociales, y ya; olvidan el ángel, el duende, la idea, la pasión, la particular originalidad con que estos personajes conectan con un público que no se sabe si se convertirá en consumidor o de qué cosas será consumidor.
El efecto de las tendencias que marcan estos personajes son motivo de estudio social y de marketing digital, el como buscar el vellocino de oro, la fórmula para convertir el plomo en oro.
Mientras la evolución en la confianza es más difícil de conseguir para las empresas, la opinión de los miles de nadies que circulan por las redes se convierte en las mejores oportunidades para las empresas, la difícil es cómo conseguirla.
Es por ello que en la mayor fuente de estudio social sobre tendencias, las redes sociales, está llena de propuestas que no son inocentes, bajo el objetivo de descubrir los mejores métodos para convocar o disparar la opinión del “juan cualquiera”, las empresas están diseñando esos “juan cualquiera”, preparan recursos humanos, buscan, los formas, para pasar por gente común con opinión común, sin embargo los avispados usuarios, estamos cada vez más afinados para detectarlos.
Lo que es cierto es que las empresas están empezando a darse cuenta que hay que invertir más que en publicidad en encontrar el modo de crear influencers artificialmente.