Regreso al infierno 1/25/2021
Danilo Albero Vergara escritor argentino
Literatura, relatos, crítica, comentarios sobre libros.

En el Canto I de Infierno de La divina comedia, leemos uno de los más bellos comienzos de historia de la literatura, el poeta Dante Alighieri nos dice: “En el medio del camino de mi nuestra vida / me encontré en una selva oscura / porque había perdido la recta vía (Nel mezzo del cammin di nostra vita / me ritrovai per una selva oscura / ché la diritta via era smarrita); excelente metáfora sobre una de las maneras más seguras de ganar plaza en el infierno, perder el camino correcto. Para la mitología cristiana, cielo e infierno tienen geografías definidas por un homófono en nuestra lengua, el primero está en las alturas -cima- y el segundo bajo tierra -sima-. En la mitología griega cima y sima compartían el mismo espacio, el subsuelo o Hades, lugar donde iban las almas de virtuosos y villanos. Pero, pagana o cristiana, gran parte de la humanidad no necesita la muerte como paso previo, vive su realidad cotidiana en el infierno.

De allí el sugestivo título de un libro del historiador Ian Kershaw, Descenso a los infiernos (2016), aunque la poco feliz traducción del título no respeta el original, To Hell and Back (Al infierno y de regreso), que trata del descenso al infierno en el período que va entre 1918 y 1945 y la vuelta del mismo a partir de 1946. Entre 1919 y 1939 hubo, por así llamarlo, un período de “paz”, porque, entre otras, obviamos la guerra civil que sucedió a la revolución rusa, la invasión italiana a Etiopía, la japonesa a China y la Guerra Civil Española; casi todas estas luchas, con la impronta de nacionalismos étnicos y racistas, tuvieron algo en común: la indiscriminada ejecución de los perdedores, cuando no su esclavitud. Esta característica marcó la Segunda Guerra, que fue un conflicto marcado por genocidios, el más conocido el de los nazis y sus aliados en las zonas ocupadas, y el menos publicitado y sofisticado: la masacre de Katyn, perpetrada por orden de Stalin, donde se ejecutaron más de 20.000 polacos, menos de la mitad de ellos militares y policías; el resto, intelectuales, médicos, ingenieros, artistas y profesores. El objetivo del padrecito Stalin fue privar a la Polonia de posguerra de una elite pensante que se opusiera a sus designios. Por último, es bueno tener en cuenta que todas estas tropelías fueron cometidas ante el silencio, cuando no el abierto apoyo, de las iglesias dominantes en Europa.

Kershaw, marca el regreso del infierno con el fin de la segunda guerra mundial que, si bien estuvo signado por la guerra fría y guerras de independencia de colonias de Asia y África, aportó una revolución cultural sin precedentes, una de las más destacadas fue la laicización de la vida cotidiana -la influencia religiosa solo se mantuvo en grupos nacionalista o regionalistas-. Además esta revolución cultural de los años de posguerra nos dejó hábitos que nos acompañan hasta hoy: consumo masivo de productos populares de entretenimiento y recreación, deportes, cine y la música de jazz, todo esto en el marco de la democratización social y política, y el poder de los imperios dejó de estar en manos de la nobleza. Además, el período inició el desplazamiento masivo de gente del campo que se integró a vida ciudadana; por primera vez desde el neolítico, la humanidad dejó de vivir de la agricultura y la ganadería, la vida contemporánea se volvió urbana. Es el regreso del infierno.

Es interesante tener en cuenta que este libro de Kershaw contrapuntea con una obra anterior del historiador Eric Hobsbawn; publicada, casi en simultaneidad con los hechos, en 1994, la Historia del siglo XX (The Age of Extremes, the Short Twentieth Century, 1914, 1991). En ella, Hobsbawn sostiene la tesis de que el siglo XX tiene corta vida por un nacimiento tardío y un fin prematuro: comienzo de la Primera Guerra Mundial y disolución de la Unión Soviética. El autor define tres períodos en el siglo: “Era de las catástrofes” (1914-1945), “La edad de oro” (1945-1978) y “El derrumbe” (1973-1991). Los dos primeros coinciden con el análisis de Kershaw, el apocalíptico es el tercer período, cuyas secuelas y actualización llevan ya treinta años. Fue el fin de la guerra fría y la amenaza nuclear y el comienzo de las “guerras limpias”, o no radioactivas, con dos ejemplos, entre otras: invasión rusa a Afganistán y las guerras del Golfo; volvieron las guerras étnicas y genocidios raciales -Bosnia, Chechenia, África y Birmania-; recrudecieron las violaciones de los derechos humanos, hambrunas en África Subsahariana y terrorismo contra la población civil, este último también por motivos étnicos y religiosos.

En los últimos treinta años, se han dado vuelta las tornas y, de nuevo, el mundo ha caído bajo la influencia y amenazas de líderes religiosos: ayatolas, autoridades de la iglesia, rabinos y monjes budistas, que oscilan entre guerras santas y el rescate eclesial de dos personajes siniestros. Nada menos que el tenebroso y antisemita papa Pio IX, beatificado por Pablo II (Carol Wojtyla) en 2000 y, el mismo año, la canonización del Zar Nicolás Segundo y su familia por la iglesia ortodoxa rusa. Más allá de la bárbara ejecución del zar, su esposa y cinco hijos, Nicolás fue un autócrata que ordenó salvajes represiones a huelguista y manifestantes, apresó y mandó a infinidad de opositores a Siberia, y era un habitué de sesiones espiritistas. Ni Pio IX califica moralmente para ser beatificado ni el zar Nicolás para ser canonizado. Las cabezas de dos iglesias católicas abrieron las puertas del infierno, y ha llegado el momento de nuestro regreso.

Del Hades de la mitología grecolatina algunos héroes lograron entrar y salir antes de su ingreso definitivo, del cielo de las mitologías cristianas nadie quiere volver a la tierra, todos, escapar del infierno, y no es posible; aunque sí vivirlo en este mundo y no metafóricamente.

Al comienzo de La divina comedia, Dante se pierde en una selva oscura y se enfrenta a una loba, una pantera y un león. La crítica nos hace ver en la selva referencia al pecado; en la loba, la avaricia; en la pantera, la lujuria; y en el león la soberbia; tres de los siete pecados capitales.

Luego del descenso a los infiernos que, para Kershaw y Hobsbawn, fue la Primera Guerra Mundial, sobrevino la pandemia de la mal llamada gripe española, así llamada por norteamericanos ingleses y franceses; pero para alemanes, austríacos y húngaros fue gripe francesa; para algunos franceses, gripe alemana; gripe china para los rusos; hoy tenemos el Covid 19.

Dante fue guiado por el poeta Virgilio a través del infierno hasta las puertas del cielo. Hoy no se vislumbra un Virgilio que nos oriente para escapar de esta nueva versión del infierno.





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