Al comienzo de 2001 odisea del espacio (1968) de Stanley Kubrick vemos a un grupo de simios cohabitando de forma pacífica, hasta que aparece otro grupo que amenaza con exterminarlos, pero uno de los perseguidos descubre que un fémur puede ser usado como cachiporra y con él derrota a los agresores, en señal de triunfo, ahora erguido en dos pies, el mono homicida arroja el hueso al aire, como símbolo de victoria. La cámara se detiene en el fémur que da vueltas recortado en un cielo azul y, en una prolepsis de millones de años, se metamorfosea en un objeto que viaja por el espacio, ahora negro. El mensaje es evidente, la violencia conlleva la evolución de los homínidos al hombre actual.
El garrote de Kubrick, la primera arma de los borradores del Homo sapiens, tiene su continuidad en la mitología nórdica con el Mjölnir (demoledor, referencia a la capacidad de desmenuzar) el martillo del dios Thor que tuvo un equivalente en la lúdica canción de los Beatles Maxwell’s Silver Hammer (El martillo de plata de Maxwell) con su pegadizo estribillo: Bang! Bang! Maxwell's silver hammer / Came down upon her head / Bang! Bang! Maxwell's silver hammer / Made sure that she was dead (¡Bang! ¡Bang! Martillo de plata de Maxwell / Cayó sobre su cabeza / ¡Bang! ¡Bang! Martillo de plata de Maxwell / Se aseguró de que estuviera muerta). De manera no musical Mjölnir pervive en los tonfas que vemos en la cintura de los policías urbanos de todo el mundo o en el letal lathi de bambú, caro a la policía de la India; y, en nuestro pasado reciente, en la noche de los bastones largos de los siniestros años del onganiato.
En todo caso, amén de ser cierta la historia de que la evolución empezó con un garrote y se continuó en lanzas, puñales y espadas no deja de revelar que nuestra presencia en el ecosistema del planeta es siniestra, más todavía, obscena y pornográfica, palabras medulosas, si la hay.
Obsceno entra al español e inglés a partir del siglo XVI y deriva del latín obscenus, que tiene dos probables etimologías. En ambos casos contiene el prefijo ob (enfrentamiento u oposición) y caenum (suciedad), en este caso refiere a algo sin pudor que ofende los sentidos; la otra etimología partiría de ob y scenus (escena), en este caso refiere a escenas que no se muestran en una pieza teatral, pero se las imagina. No obstante, en el lenguaje litúrgico y sacerdotal obscenus, tenía el significado de algo infausto, siniestro o de mal augurio. Con este último sentido lo utiliza Virgilio y en el Canto IV de Eneida, cuando Dido, al ver que Eneas y los troyanos la han abandonado realiza una ceremonia sacerdotal para invocar su regreso, pero ve un augurio obsceno que anuncia su futuro suicidio cuando el vino se transforma en sangre: “Vidit turicremis cum dona imponeret aris / horrendum dictu, latis nigrescere sacros / fusaque in obscenum se vertere vina cruorem” (vio al colocar las ofrendas sobre las aras sagradas / visión horrible de decir, que los líquidos sagrados ennegrecían / y los vinos derramados volverse sangre impura).
Ya siempre en lo que hace a las actitudes que atentan contra el buen gusto, si bien en distintas sociedades y religiones los valores “morales” pueden variar, es indudable que la obscenidad está emparentada con la pornografía cuando se enfrentan a normas de conducta colectivas.
Pornografía es un término con derivas gálicas, del francés pornographie y éste del griego antiguo porné (prostituta) y porneion (prostíbulo); pero por uso y prácticas cotidianas lo obsceno y lo pornográfico trascienden en su significado. Es obsceno y pornográfico que Elon Musk, el hombre más rico del mundo, con una fortuna estimada en 41.000 millones de euros, comparta, junto con el 1% de la población mundial la misma riqueza que el 99 % restante. O que el dueño de Amazon se haga construir en un astillero de Rotterdam un yate de 500 millones de dólares y que haya tenido la obscena idea de, con el navío completamente arbolado, pedir desensamblar el histórico puente de Koningshaven para permitir su paso y luego volverlo a ensamblar, por supuesto corriendo con todos los gastos por el inconveniente.
La actual tecnología también entra en estos encuadres morales, el 31 de julio, Ayman al-Zawahiri, jefe de Al Quaeda, luego de que Osama Bin Laden fuera ejecutado por un grupo de comandos estadounidenses, cruzó el Aqueronte. El causante de su muerte, como el Mjölnir de Thor o el martillo de plata de Maxwell, se desplomó sobre su cabeza, pero con efectos más sangrientos, –como los causados por los manguales, bolas de hierro erizadas de púas unidas por una cadena a un mango, usados por los caballeros del Medioevo–, dos misiles Hellfire R9X lanzados desde un dron; Ayman al-Zawahiri vivía aislado en su casa amurallada en el barrio diplomático de Kabul, alrededor del mediodía salió al balcón a tomar sol cuando los Hellfire R9X impactaron sobre el techo de su habitación.
El atentado fue casi silencioso y discreto, no hubo explosión ni daños colaterales, sólo el cuarto y Ayman al-Zawahiri; porque el Hellfire R9X, también llamado Bomba Ninja, tiene 6 cuchillas de acero de poco más de un metro de largo que se abren antes del impacto, su efecto es más devastador que el de un mangual, al que los alemanes –tan líricos para bautizar armas– llamaban Morgenstern (lucero del alba); sólo un balcón y un cuarto parcialmente destruidos, polvareda, muy pocos escombros y una hamburguesa humana: Ayman al-Zawahiri.
Pienso en la cantidad de bocas que se podrían alimentar, desiertos que fertilizar y mares por descontaminar con fortunas como la de Jeff Bezos o Elon Musk. O curas y vacunas para enfermedades endémicas con tecnologías como las de la Bomba Ninja y los drones utilizados para lanzarla. Sin muchas explicaciones vemos que el resto de los humanos, anónimos peregrinos en el camino de Santiago de la historia, somos tan desechables, como envases de cartón. Esta es la verdadera obscenidad y pornografía.
Las otras, cuentos para niños.
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