El saber ha sido un concepto que ha sufrido mutaciones, como casi todo en la vida, sin embargo, más que otros conceptos, el saber se compara contra sí mismo, por ello es tan difícil conciliar con su realidad.
Es conocido el dicho de “cada médico con su manual”, lo que crea intranquilidad pero expresa más o menos la situación del saber.
Sumado a ello, actualmente, además de la dificultad para definir a quién o qué le cabe la palabra, está la acción de llegar a ese saber.
Con la atomización del conocimiento que propone internet, también hay mucho de desinformación, la confusión del saber, además coincide con la palabra, opinar.
El saber, no es lo mismo que opinar, parece ser mucho más real y concreta opinar, ya que el fondo de ese concepto evanescente del saber es desconocido.
No es lo mismo tampoco conocer que saber, el primero, se construye de volumen, de intersección de hechos, de experiencia; mientras que el saber es una cualidad que no tiene dimensión, ni extensión, ni volumen.
Mientras la relación entre palabras y contenidos se pone en cuestión, hay otra acción, desnaturalizada por la invasión de los medios con que se intenta rellenar los conocimientos, para intentar alcanzar el saber, y esto es el aprender.
Los medios actuales producen un engaño respecto a la naturaleza del saber, o del conocimiento, nuestro cerebro no está diseñado para tanta instantaneidad, no puede retener lo necesario.
Nuestra lentitud en adquirir conocimientos tiene su razón de ser, años de evolución de nuestra especia ha demostrado que la diferencia temporal en aprender algo disminuye, pero nosotros mismos boicoteamos el proceso natural, apresurando los resultados.
Hay demasiados errores en el mundo, que son más que la suma de los errores que cometemos cada uno por confundir errores por actuar sin conocimiento, por no darnos el tiempo necesario que el cerebro pueda transformar eso que aprende en conocimiento.
La generación actual la tiene muy difícil, presionando botones y jugando, actuando repetitivamente, sin consecuencias más que perder un score, no parece la forma de juego que nos prepara para el futuro; la inmediatez empuja ese futuro, y más allá, hay un abismo peligroso, la subestimación por el saber. La idea de que no es necesario conocer sobre nada demasiado, y que tan siquiera sea real ese saber, nos prepara para ser una generación dependiente de los pocos que comprenden que el saber, ese que se adquiere con la elaboración necesaria del tiempo, la experiencia y la madurez intelectual, es importante para la humanidad.
Las generaciones “pos”, pos guerra, pos revolución industrial, pos tecnología, sufren las consecuencias de la irreflexión sobre los efectos de la época que les toca vivir; nosotros estamos en ese punto, la generación nativa digital no advierte las dificultades que el aprendizaje salteado, compulsivo, instantáneo que Internet alienta será un problema que en algún momento provocará los desastres que tendrán que sortear en el futuro, cuando, tal vez, sea tarde.