Relatos, literatura, literatura latinoamericana, Ana Abreg, escritora argentina, metaliteratura, revista de literatura.
El espacio de escritura ha sido siempre una de las preguntas que más realizan los entrevistadores a los escritores, como si la respuesta tuviera algo que ver con la genialidad.
Pero de lo que no hay dudas es que tiene que ver la inspiración, por ello, algunos grandes escritores dependen de las casas para contar sus historias.
Siempre que se ve una película sobre cualquiera de las novelas de Ágatha Christie se espera una mansión con muchas habitaciones con un decorado especial.
Los decorados, el aislamiento, la oscuridad son otro personaje dentro de la trama de esta autora. Son usados para engañar al espectador, para elidir, crear el suspenso.
Y así en muchos autores, la casa es parte de la trama que determina que una idea sea posible de desarrollar.
En algunos casos, la “casa” no está constituida de habitaciones, como es un ejemplo Paul Auster, “el cuadernos es la habitación”, suele decir este autor.
En uno de mis libros preferidos, Si una noche de invierno un viajero el autor Ítalo Calvino describe lo que debe haber en la casa, para el escenario de lectura, “una hamaca, cama, tumbona, puf”, entre otras descripciones.
Una de estas famosas casas que me impresionó, por las descripciones y por lo que pasa es la de la novela de José Donoso, “El obsceno pájaro de la noche”, novela que me gustó muchísimo, en donde la descripción de la casa es clave para comprender los personajes que componen esta trama impresionante.
Escuché que hay un libro que te cambia para siempre, sin que sea el más espectacular, el mejor, o tan siquiera considerado por la crítica, como si hubiera un libro especial para despertar determinados aspectos de cada uno, para mí, este libro lo fue.
Por alguna razón, que quizás no se quiere admitir, se le otorga a las casas un halo, energías que propician la inspiración.
Se les concede a las casas, donde vivieron, el espacio que regula las tramas en la mente de los más lúcidos escritores, no por nada luego de fallecidos, las casas de escritores famosos pasan a ser de dominio público, convertidos en museos o paseos o espacio de cultura, como la famosa casa de Victoria Ocampo, la Villa, como le dicen, o la de la misma Cristie, Greenway House, famosa y muy visitada, en Inglaterra, con una atmósfera interior que al público le gusta encontrar como referente en sus novelas, en la visita guiada se suele indicar cuáles rincones, muebles o espacios inspiraron tal o cual novela, aspecto que sale de la imaginación de los herederos, ya que en vida la autora era sumamente discreta y nunca revelaba de dónde salían sus argumentos, mucho menos se podría adivinar sobre sus musas.
Y así se podría seguir con las casas de Lorca, de Cervantes, de Machado y tantas otras.
Como sea, se ve que nos embarga un clima emotivo que tiene que ver con la admiración cuando hacemos de esos espacios sitios de casi culto.
Habrá algo de verdad en pensar que los espacios contribuyen a convertirnos en los que somos, tema de vieja data pero irresoluto.