Relatos, literatura, literatura latinoamericana, Ana Abreg, escritora argentina, metaliteratura, revista de literatura.
El primer texto que leí de Mariel Pardo, ahora incluido en su libro de cuentos, El felpudo y otros cuentos, primer premio en el concurso Nacional Adolfo Bioy Casares 2011, fue Insomnio, en donde a “Porlomeno” y a Licastro no parecían unirlos ni amores ni espantos, como comienza el texto, pero sí la relación con la cita Borgiana.
A partir de allí, la lectura de los cuentos de Mariel Pardo fue un recorrido impregnado de suspicacias, encuentros y desencuentros entre conceptos y formas no sólo para sumergirme en los temas que propone, aparentemente descriptivos y literarios, sino en un examen con atención a conceptos filosóficos, semánticos, con correlato en una apariencia con el devenir de la vida.
En cada cuento, la representación del recuerdo aparece como una señal, a partir de allí, lo cotidiano y la evocación, nos hace reconocernos en las situaciones, aparentemente casuales, avanzando y retrocediendo en momentos que se construyen en los pensamientos de los personajes a los cuales asistimos como espectadores y partícipes, aún en aquellos textos en los que no hay un yo narrativo que nos acerque o nos relacione de una manera más íntima con los personajes.
La relación con una línea de preocupaciones que circundan el tema del tiempo en los textos de Borges se concentran en este libro en la manera iterativa en que el recuerdo incorpora a la narración momentos claves en la vida de los personajes que van configurando las formas de estar en el mundo, reflexionando sobre sus existencias, mientras se establece una deriva en sucesos que enmascara la sensación de que algo vaya a ocurrir.
Mientras, lo que vaya a ocurrir no parece pertinente, porque a los personajes de Mariel Pardo, les acaece los mismo que nos ocurre a cualquiera, distracciones, aspectos imprevistos, irrupción de situaciones paralelas que no guardan relación con un itinerario único dentro del relato que ofrece una falsa sensación de tranquilidad, con el vehículo de una elaboración pormenorizada de detalles que relacionan el presente con el pasado.
Pequeños hechos, desenvolviéndose entre situaciones cotidianas, no nos preparan para las situaciones límites que enfrentan los personajes, tal como una emulación de la vida, en donde ocurren imprevistamente y sin aviso, situaciones que cobran densidad en los márgenes de una atmósfera que parece salirse de las palabras para entrar en la realidad.
Ni las palabras brutales o atroces, definirían tan profundamente los relatos como la palabra real.
Los relatos de Mariel Pardo nos dejan la sensación de que hay una realidad, detrás de las palabras, que dirige definitivamente un fin que tiene que pasar, más allá del acto de la escritura.
La sensibilidad con que los personajes fluctúan entre actos de nobleza o decadencia, manifestados por los recuerdos, producen un nivel estético de vacilación entre relato y realidad, que pone en cuestión la identidad de las narraciones, enmascara su exégesis, la interpretación, lo que contribuye a la consecuencia ineludible de que no hay compasión, tal como en los sucesos de la vida y que tampoco hay un género en el cual acotar los textos.
Trazos, fragmentos, cosas, olores, son los hilos conductores en que se manifiesta el tiempo y a través de los cuales se construye a los personajes, sus existencias, bisagras y torceduras naturales entre objetos y épocas; elementos con que captura la lectura, y siembra la idea de que la experiencia de vida de los personajes se entrecruza con cualquiera de los momentos de nuestras vida, la del lector.
En este libro se concreta un momentáneo universo de personajes que desarrollan sus vidas entre el presente y el pasado, cuyo destino parece salido de la esfera de la literatura para establecerse en la realidad.