Entre los cuatro y cinco aprendí a leer de la mano del desaparecido UPA, sería bueno reeditarlo. Por añadidura, cuando surgían palabras desconocidas entré a frecuentar el Pequeño Larousse Ilustrado; me volví adicto y sembró en mi destino una acercanza a diccionarios y enciclopedias. Sin demanda, empecé a leerlo al azar, algunas palabras y los significados eran relatos breves, sobre todo la parte de ciencia, historia y geografía; años después descubrí su equivalente material en los siglos de la Ilustración; los “gabinetes de maravillas”.
En las ratas de la secundaria -palabra usada en la provincia me enteré, por diccionarios, que en otras geografías son cimarras o hacer novillos- descubrí la maravillosa Enciclopedia Espasa Calpe en la Biblioteca Pública. El descubrimiento no fue azaroso, en vez de andar pelotudeando por la calle o en algún café, en la biblioteca no tenía que gastar; a mi disposición, más libros y revistas de los que podría leer en mi vida, calefacción en invierno y llevaba mis propias lecturas hasta que, en ese jardín de senderos que se bifurcan, di con la maravillosa Espasa.
Años después leí que también Honeychile Ryder, la buceadora y recolectora de conchas de Satánico Doctor No, era autodidacta y lectora de enciclopedias; ella debía sus saberes a la metódica lectura, de la primera a la última página, de los tomos de la Encyclopedia Britannica, en el primer encuentro con el double O seven le cuenta que ya lleva terminados cinco de los doce volúmenes. De resultas de esas derivas soy coleccionista de palabras raras o poco usadas, como pedicoj que sólo he leído en El viaje del Parnaso.
Aquel Pequeño Larousse Ilustrado de mi infancia, murió en su ley, sucumbió al uso hacia finales de los ’80, le sucedió otro impreso en 1990 que me deparó una desagradable sorpresa. En la enciclopedia habían desaparecido Alcock y Brown, héroes de mi infancia -y hasta hoy- pero figuraba Maradona -detesto el fútbol y tres palabras: Diego, Armando y Maradona-; por suerte esta edición mantiene, en la separación entre el diccionario y la enciclopedia, la sección color rosa con locuciones latinas y extranjeras.
El Pequeño Larousse no es el primero en desterrar palabras, en 2019, la Real Academia publicó el listado de términos dados de baja; tuve la precaución de archivarlo. En el fondo de mi corazón, perviven las expulsadas, adó (de “a” y “do”) por adonde; cadascuno, por cada uno, y cadávera (cadaver de mujer).
Afortunadamente, no todas las palabras sucumben, hace dieciséis años Javier Marías, junto con Arturo Pérez-Reverte y otros colegas académicos supieron, en una sesión de la Real Academia Española, que la palabra acercanza sería dada de baja del diccionario. El motivo: no se documentaba su uso desde 1494, hacía más de seis siglos. Javier Marías y la cohorte lingüística resolvieron utilizarla de inmediato en sus artículos para que constara nuevamente el registro de su uso. Les gustaba el significado y musicalidad del término.
A su vez, enciclopedia porta curiosa etimología, según la RAE es una palabra compuesta por egkuklyos (moverse alrededor de) y paideia (instrucción, en particular de niños, y cultura) -Humpty Dumpty, en Alicia a través del espejo, bautiza portmanteau a este tipo de vocablo-. Enciclopedia remite a un movimiento constante en torno a distintas formas de saber; existen enciclopedias con formatos distintos de los libros, los museos y sus antecesores, “gabinetes de maravillas”.
Museo ya para los antiguos romanos era el lugar consagrado a las Musas que, como no todo el mundo sabe, eran nueve e inspiradoras de las artes y las ciencias: Calíope (elocuencia y poesía épica), Clío (historia), Erato (lírica amorosa), Euterpe (música), Melpóneme (tragedia), Polimnia (poesía sacra), Talía (comedia), Terpsícore (danza) y Urania (matemáticas y astronomía). Pero también hay museos de ciencias naturales, científicos y militares, por lo tanto también había que incluir, además de las Musas, a Ceres, Vulcano y Marte.
Cuando en Alicia a través del espejo Humpty Dumpty le explica a la protagonista el sentido de las palabras del poema Jabberwocky, se basa en saber que muchas son portmanteaux. Portmanteau es una maleta que se abre en dos mitades para llevar mantas, así este tipo de vocablo suma los significados de sus pares antecedentes, hasta ese momento inconexos, y es un recurso literario que fomenta la creatividad lingüística; combina dos palabras distintas en una sola y crea una nueva con un significado específico.
En la RAE hay varios pormanteaux, recuerdo dos. Uno, cíborg (del inglés cyborg, de cybernetic organism; organismo cibernético) y aguante el Terminator de la película. El otro es brunch (fusión de breakfast, desayuno; y lunch, almuerzo).
A finales del siglo pasado, dos amigos mendocinos en compañía de la esposa de uno de ellos, viajaron en auto a Buenos Aires por unos días. Aproveché su regreso para hacer un corto viaje a la provincia. Habíamos compartido muchas salidas por varios días a la montaña. Por suerte perdí esos malos hábitos de frecuentar naturaleza no urbana (ahora sólo parques con edificios a la vista, el Central Park, el Botánico de Palermo, o los jardines de El Retiro); compartía con la esposa hábitos urbanitas. Ya de viaje, por la noche, nos sorprendió una lluvia torrencial con tormenta eléctrica.
Estacionamos en la banquina a la espera de que amainara y, envueltos por la noche, empezó la payada, con cuatro vocablos de fondo, dos que no figuran en la RAE. Ante el estallido de un relámpago, uno saltó, “un refucilo”, retrucó su compañero, “no ese fue un relámpago”; otro estruendo, “ese es un aznar”, “sin duda”; nuevo fulgor “un refucilo”, concordaron; otro neologismo desconocido apareció en varios resplandores, hasta que la tormenta escampó.
El otro Aznar, con mayúscula y que no figura en la RAE -es diccionario, no enciclopedia- fue fulminado años después de aquella noche, hace cuatro lustros, por un rayo y no del olímpico Zeus sino el de su felonía, cuando intentó desviar la opinión pública por el atentado de Atocha culpando al ETA. Esta historia -y no universal- de la infamia se puede encontrar en la Internet.
La cuarta palabra, que no he mencionado, de la payada de esa noche de tempestad en el medio de la Pampa, e inexistente en diccionarios, aparece hojeando la enciclopedia de mis evocaciones: respíndago.
Tiene música, lo imagino como un satori de luz intensa que, sin enceguecer, trae olvidadas vivencias y sus entornos para revivirlos como acercanza e integrarlos a nuestro presente. Una palabra en busca de diccionario. Empezaré a usar respíndago cuando la ocasión lo requiera.
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