Se perdió el sol en los regazos de las máscaras
y ahora guardo entre mis dedos la melodía fría
que calienta el desván de los corazones desarropados.
Cae la fiesta por los huecos de colchones secos
que no saben ya reconocer el dulce riego de humedades
apalancadas por el torpe desespero de las ganas a saciar.
Melancolía anual que se lleva a rastras los desperdicios
sin adiós que colgar de los picaportes desvencijados
con el roce de la confianza que agobia a las princesas.
Ahora se guardarán las caretas en las alacenas
y se desteñirán las culpas mañana con espadas centelleantes
para que doblen las campanas por todos y ninguno.
Luengas trenzas del asombro escarmentado
bajo un casquete de viejas bandas elásticas
donde las intenciones se descuelgan a vociferar agraces.
Rapsodia de colores en motín que coronan la tarde
con un canto de hachas rasgando las velas y el alma
hasta que el mundo se derrita sin existir paz ni suelo.
Modorra de penas que se marchitan sin filigranas
en el pellejo de los caimanes ahorrando hiedra
o guardando errores libres de la ley de gravedad.
Guardo estas espumas de incógnitas ansiosas
bajo los plumajes de ebrios arcángeles caídos
y arramblo mi frente para esperar mi cruz de ceniza…
© Alfredo Cedeño
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