Dicen que el comienzo fue una marejada en ebullición
un borboteo de hojas derrumbadas precozmente
al lecho rugoso de las marchitas, secas y podridas.
Cuentan que todo empezó con cicatrices del agua
una huelga de tristezas que llegaron solas al mar
y una muralla de cáscaras de nueces náufragas.
Siguen repitiendo que no había frascos ni banderas
apenas lágrimas moribundas de penas en camino
con los pasos nublados de los cariños errantes.
Era brillo de agua sin navíos que la desgarraran
rompiendo limpio los negros abismos de la nada
hasta armarse en diadema de perlas sin muecas.
© Alfredo Cedeño
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